sábado, 17 de julio de 2010

BARRO

BARRO


Excepto sobre nariz y los ojos, el gorro de lana negra le cubre la totalidad de la cabeza y el cuello. En la fábrica textil hace un mes que cumple el turno de 24 a 8. Se desplaza en bicicleta para recorrer los cuatro kilómetros que la separan de su domicilio soportando estoicamente temperaturas bajo cero, implementada apenas con un saco de lana gruesa y una bufanda multicolor que la protege mínimamente, más los pantalones frisados y las botas amarillas del establecimiento.
El viento, fiel aliado del frío, hace de ese recorrido breve un verdadero tormento, incluido zanjas y recovecos que debe sortear por el camino de tierra y parte de la carretera principal. Cuando llueve llega hecha un harapo arrollada sobre el manillar, aterida y calada de agua.
Poco más que una hormiga.
Durante el trayecto y para olvidar el hambre que le revuelve las tripas, se distrae pensando en los almácigos de lechuga y arveja que cultiva empecinadamente en el fondo del rancho conjuntamente con varios naranjos y limoneros que se abichean dos por tres. A mitad de jornada comerá el precario guiso de la fábrica. Algo es algo.
Ha recorrido una mínima parte de camino absorta en esos pensamientos. Un camión con acoplado le frena bruscamente a pocos centímetros. El chofer fue tomado por sorpresa. La bicicleta no cuenta con ojos de gato ni señal alguna que ampare a la conductora. Salvó la vida arañando. El hombre se ofreció acercarla lo más posible a su destino. Mirándole a la cara accedió. Con una sonrisa el hombre cargó la bicicleta entre los fardos de forraje y le abrió la puerta del acompañante…
- Tenga más cuidado cuando transite de noche señora…la próxima puede ser la última. Créame que la vi ya casi encima, diga que iba despacio y tuve tiempo de aplicar los frenos que si no…
- Tiene razón…perdone pero nunca tengo tiempo para esas cosas de la seguridad, tampoco dinero. La verdad que la plata me alcanza sólo para comer. El hombre de la casa no tiene trabajo y mi madre está conchabada con cama en una casa de la ciudad. Viene por acá los fines de semana solamente y nos arrima algún peso. Yo cuido del tipo y de mis tres hermanos chiquitos. El es zafrero de la papa y pasa mucho tiempo sin trabajar. Va al boliche o se queda mirando la televisión. Nuestro padre murió en un accidente.
- Quiere tomarse un matecito…ahí está el termo y el mate a medio empezar. Atrás del asiento hay unas galletas. Préndase sin miedo. ¿Cuánto falta para que se baje?…y perdone que le haga la pregunta pero hoy el camión no puede entrar por esos caminos…Está muy recargado de lo contrario la alcanzaba con gusto a su trabajo.
- Muy amable pero no, no es necesario. Una cuadra después de mojón 240 me deja rebién.
Se sirve un par de mates y come una galleta.
Arriban al punto indicado. Detiene el vehículo y le tiende la mano. Ella hace lo mismo y siente un calor diferente, viril y fraterno que la estremece.
- Sea más prudente y arregle esa bicicleta.
- Si…lo tengo que hacer de una buena vez. ¿Me la puede bajar?
- Claro…
Como si fuera una pluma baja la bicicleta de la la caja del camión dejándola a disposición de la mujer.
- Bueno ha sido muy amable… hasta más ver.
- Hasta más ver señora… ¿señorita?
Monta en la bicicleta y se pierde entre los meandros de un camino vecinal.
- Señorita, le grita. ¡¡Adiós…compañero¡¡.

- A ver vos…Raulito, venite a la cama conmigo. Está con frío mi muchacho, venga que al lado mío se va a calentar el cuerpo bien de bien. A ver… esa manito póngamela aquí y acarícielo bien y después que se ponga grande y grueso se lo mete en la boca ¿sabe?
El niño percibe un olor repugnante pero por miedo a la represalia cumple los deseos del individuo.
- Ese calzoncillo que lleva puesto está un poco sucio; vamos a sacárselo para lavarlo mañana y después se me queda boca abajo en la cama. Vamos a jugar un rato. Duele un poquito pero usted es guapo y de a poquito ya he visto que se me está acostumbrando…
- No señor…otra vez no.¡¡ Duele, duele mucho¡¡. No señor…¡¡Aaaaaaaaaaaaaagh¡¡, no señor…¡¡Noooooooooooo¡¡. ¡¡Mamá ¿dónde está… mamá?¡¡
- Cállese la boca gurí de mierda que lo van a escuchar. Le da una palmada fuerte en la nuca.
El barrio duerme. Desde una de las casas de lata Fiorentino le regala a las estrellas aburridas algunas coplas tangueras…
“Un ladrido de perros a la luna”
“Y el amor escondido en un portón”
“Los sapos redoblando en la laguna”
“Y a lo lejos la voz del bandoneón”…

LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Derechos reservados.

1 comentario:

  1. Esta genial la narración amigo, gracias por traerlo hasta aquí. Es dura pero es una realidad que viven milen de personas, sobrevivir no es fácil y en este caso es lo que tanto ella como sus hermanos hacen, la vida no les ha dado otra opción.
    Besos.

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