lunes, 2 de agosto de 2010

GRITOS Y SUSURROS

Con la cara apretada entre los barrotes y los nudillos a punto de reventar, los presidiarios observan taimadamente el deambular de la gente “paqueta” en busca del cuadro o la pieza artesanal que colme las expectativas de la exposición.
En efecto: Las paredes de los calabozos, pintadas a nuevo, se han recubierto de obras pictóricas y piezas de artesanía de elevado valor. Los autores y los marchands se pasean inquietos por las tres rampas del celdario o integran corrillos a propósito de las piezas en cuestión. En algún caso aguardan pacientemente el interés de los presentes sentados en la proverbial base de hormigón adosada a un costado del interior de la celda. Algunos penados tirados en el piso fuman despreocupadamente y otros se han trasladado hacia la rampa exterior. Apoyados sobre la barandilla comentan el inusitado espectáculo entre guiños y gestos de lascivia.
Los invitados se desplazan animadamente no obstante algo atontados por el intenso olor a pintura fresca con la que han reciclado las instalaciones. La magnitud del edificio contrae en un constante murmullo apagado el cuchicheo reinante, en tanto que los guardias, posicionados en la torre de vigilancia, firmemente tomados de sus fusiles observan todo aquello sin perder de vista la conducta de los reclusos. La gente entra y sale de los calabozos comentando la calidad de los cuadros y esculturas expuestas, en tanto algunas azafatas de bello porte sirven café con profesionalidad. Sobre la bóveda superior se proyecta, en giros intermitentes, la potente luz que ilumina las partes altas del penal.
Los guardias se percatan de una situación anormal. Con gestos altisonantes ordenan volver a los calabozos. Un detenido emprende veloz carrera rumbo a la puerta principal de la cárcel. Bastaron dos escopetazos para hacer trizas sus intenciones. En el lugar donde ha caído pide ayuda desesperadamente. Una chica, atravesando el cuerpo del moribundo, apoyada sobre el codo de su compañero levanta brevemente una pierna para desprenderse de un chicle adherido a una de las sandalias. La sangre fluye entre las baldosas rotas hasta detenerse al pie de un cartel donde reza: “Espacio de Arte Contemporáneo” (ex Establecimiento de Detención del Nuncamás).

LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
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1 comentario:

  1. Muy bueno Luis Alberto, una fiesta con tragedia, arte bañado de sangre, donde aún se dispara primero sin preguntar.
    Besos.

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